28/4/07

Laura ya no vive aquí

A través de la ventana el paisaje es cemento y uralita, asfalto y ladrillo. Las gotas de lluvia se pasean por los cristales, haciendo slaloms entre los frágiles copos de nieve que se derriten a su paso.

Los ojos de Laura no ven el cemento, miran más allá, al otro lado de las nubes, y contemplan los cálidos rayos del sol iluminando una playa y haciendo brillar las pequeñas olas que burbujean sobre la superficie azul del mar.

La arena bajo sus pies es tibia, con una tibieza que invita a tenderse en ella. Tiene el tacto de la piel de un amante, suave, pero firme. Se adapta a sus curvas, la abraza en su dureza, la retiene sin forzar. Laura se siente bien, en ese mundo extraño donde el tiempo y el espacio no existen, exiliados en la otra cara de un lienzo intangible.

Con los ojos cerrados Laura rueda desnuda sobre la arena de una playa azul y la huella de su cuerpo traza el dibujo de la eternidad.

Fuera de la ventana, al otro lado de sus ojos cerrados, la lluvia sigue golpeando, monótona y helada, los cristales.


Jueves, 7 de Abril 2005