28/4/07

Andenes

Su existencia se había convertido en un círculo de tiempo en blanco, apenas habitado por fugacidades; pequeños espacios de vida que se desvanecían, encasillados entre las líneas rectas de los andenes. Líneas paralelas que separaban el espacio entre cabinas, entre casas, entre pueblos, como las señales del minutero en un reloj. Y ella allí, siempre en marcha hacia ninguna parte. En un vaivén infinito entre andenes.

Andenes de aeropuerto, de ferrocaril, de suburbano, de estaciones de autobuses. Siempre con el equipaje a cuestas, de un maletero a otro, de un carro a otro, de un andén a otro...

Aquella tarde descendió las escaleras mecánicas, en busca del andén subterráneo. Cuando alcanzó las marcas amarillas que bordeaban el cemento, se quedó observando la oscuridad del túnel, y las brillantes líneas de acero que se internaban en él. Se preguntó cuantos andenes invisibles existirían en aquel espacio ignorado. Con un destello de curiosidad por lo que pudiera haber al otro lado, decidió bajar a investigar.

El conductor no tuvo tiempo de frenar el convoy.

La vida no es un camino, es un andén donde esperamos, entretenidos en juegos de azar, a que arranque, por fin, un coche fúnebre.


Domingo, 9 de Agosto 2004